La felicidad era otra cosa
Marcos Martínez Jurado, profesor del Departamento de Psicología de la Facultad de Medicina (Universidad CEU San Pablo), explica en un artículo de ABC que la felicidad es otra cosa y que la vida nos concede el privilegio de aprender a través del amor, del esfuerzo, del ensayo y el error:
Lo que nos contaron acerca de Mr. Wonderful no era cierto. En definitiva, pocos asuntos son tan serios como nuestra propia felicidad y la de aquellos a los que más amamos. La felicidad no puede, ni debe, alcanzarse a cualquier precio (tampoco es una taza de diseño en la que ponga «Tú eres el más guapo del mundo» a 12,50 euros la unidad. Ni el juguete más caro de la estantería).
Porque ser feliz no es una cuestión de carcajearse a todas horas sin motivo alguno. Tampoco de enseñarles a nuestros hijos que la vana hilaridad es la única puerta de emergencia ante las dificultades que, seguramente, surgirán en su camino. Ni aun a pesar de que nuestro sistema inmune se haga más fuerte, cada vez que sonriamos. No, es mucho más que eso…
La verdadera felicidad implica coraje, esfuerzo y un profundo buceo en nuestra psicobiografía. Comprende conectar nuestras habilidades, nuestro ser y sentir, con nuestra misión vital particular. Significa llegar mucho más allá de nosotros mismos, trascendiéndonos: entraña aportar valor a la sociedad, ayudándola a crecer, aunque sólo sea una micra más.
Para llegar a ser verdaderamente felices debemos ser lo más parecidos a entregados jardineros que riegan, a diario, las semillas de las emociones y los afectos positivos para que echen raíces sanas y fuertes. De esos que no descuidan los rastrojos y las malas hierbas, gestionándolos diligentemente, para que no afeen nuestro jardín vital. Sin negarlos.
Porque conviene saber que es urgente trabajar en nuestras carencias para sentirnos dichosos. Como también lo es, y mucho más aún, poner foco en nuestras virtudes y fortalezas. Por este motivo, es bueno que apuntemos en verano, a nuestros hijos, a clases de refuerzo de matemáticas cuando éstos han suspendido. Como también lo es apuntarles a clases de dibujo cuando han sacado una matrícula de honor y fluyen.
Afortunadamente, la vida nos concede el privilegio de aprender a través del amor, del esfuerzo, del ensayo y el error. Nuestros locos bajitos (y también grandes) nos lo recuerdan a diario: ser felices era un poco esto.
Efectivamente, Mr. Wonderful, era otra cosa…