Educar en el asombro para que no se pierdan lo mejor de la vida
¿Cómo lograr que un niño sea capaz de estar quieto observando con calma a su alrededor, capaz de pensar, con motivación para aprender sin miedo al esfuerzo?
En un reciente CEUtalks, Catherine L’Ecuyer, investigadora y autora sobre educación, nos habló sobre la importancia de educar en el asombro y en la belleza. Pero, ¿qué significa educar en el asombro?
En su libro “Educar en el asombro”, publicado en 2012 , argumenta que los niños crecen en un entorno cada vez más frenético y exigente que, por un lado, ha hecho la tarea de educar más compleja, y, por otro, los ha alejado de lo esencial.
“Para su éxito futuro vemos necesario programarlos para un sinfín de actividades que los están apartando del ocio de siempre, del juego libre, de la naturaleza, del silencio, de la belleza. Su vida se ha convertido en una verdadera carrera para saltar etapas, lo que les aleja cada vez más de su propia naturaleza. Muchos niños se están perdiendo lo mejor de la vida: descubrir el mundo, adentrarse en la realidad. Un ruido ensordecedor acalla sus preguntas, las estridentes pantallas saturan sus sentidos e interrumpan el aprendizaje lento de todo lo maravilloso que hay que descubrir por primera vez”.
“Educar en el asombro es replantear el aprendizaje como un viaje que nace desde el interior de la persona, una aventura maravillosa facilitada por una consideración profunda de lo que reclama la naturaleza del niño, como el respeto por su inocencia, sus ritmos, su sentido del misterio y su sed de belleza”.
Lo que L´Ecuyer plantea son ideas que tienen que ver con mirar nuevamente a los niños, pensar en su naturaleza, respetar su inocencia, sus tiempos, su sentido del misterio, sus silencios y su necesidad de belleza.
Explica esta experta que los niños se asombran porque ven el mundo literalmente por primera vez. “Cada vez que miran por la ventana y ven el cielo es como si el cielo se estrenara ante ellos. Los adultos, en cambio, tendemos a pensar que las cosas y las personas existen porque nos las merecemos”.
Asegura que la sociedad del hiperconsumo, de la inmediatez y del bienestar ha contribuido a anestesiar nuestro sentido del asombro. “El que lo tiene todo acaba creyendo que el mundo debe comportarse a su antojo. Como es lógico, una sociedad en la que cada persona se considera el centro del universo es una sociedad enferma, insensible e ingobernable. Es la sociedad de las quejas y de las revueltas continuas”.
Hay muchas referencias en su libro a la lectura y a la necesidad de crear ese espacio para que la infancia no pierda su capacidad de preguntar, observar e inventar. Según la autora, si tenemos en cuenta esto, conseguiremos que para los niños sea más natural leer novelas y que encuentre placenteras las largas y bellas descripciones de los lugares y de los rasgos de carácter de los personajes.
El libro tiene muchas sugerencias sobre lo que debería ser la educación y lo que podemos hacer para motivar a los hijos y alumnos. A través de una exploración de cómo es la naturaleza de un niño y de cómo aprende.
El juego libre es la actividad por excelencia a través de la cual aprenden los niños, movidos por el asombro. Lo importante dice, es que sean los niños quienes se pongan en marcha a través del juego.
Advierte además sobre el peligro de la sobrestimulación. Con exceso de estímulos, entran en un círculo vicioso en el que buscarán sensaciones cada vez más intensas.